COMO UN MOLINO QUE MASTICA SILENCIO
Una coraza
no es siempre
el mejor abrigo
Edda Armas
Abrí al descuido la caja de los recuerdos. Llena de fotos viejas y papeles que como bufones, se reían del tiempo empeñado en guardar historias y medias verdades. Como esqueletos de sal, testimonios despojados de las máscaras, permanecían ocultos en el vientre de la tierra. Una joven con disfraz de dama antañona, lucía frágil desde su traje azul. Con un abanico plegado en la mano, nada la asemejaba a la matrona que desde la cabecera de la mesa presidia los almuerzos todos los domingos. El abuelo de pupilas veladas bajo la bóveda del sombrero, ocultaba sus ambiciones dormidas en la humedad del patio trasero. Una tarjeta de bautizo, con el sello del polvo de los sueños, marcó el asombro de todas las palabras. Un hombre vestido con sotana aparecía como protagonista de los escándalos del viento.
Nada era igual a lo que podía percibir ayer. Lo que estaba encerrado en ese sepulcro de cartón, conformaba la ecuación del olvido miserable.
En el eje de mi mundo infantil se creó un reino que ahora se volvió vacío, como un molino que mastica silencio y no deja que la dulzura esparza su aroma, mi mano midió los horizontes y no encontró la frontera de lo real.
Al cerrar la tapa con llave de monasterio, las mentiras agonizaban cubiertas de oro falso.
Ileana Hernández Grillet
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